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Andy Mountains: El Príncipe del Folk.


Por: Victor Ponc. Fotografías: Mario GoMa.



Fue el 24 de febrero del 2017 cuando vi por primera vez tocar a Andy Mountains. Fue en un bar de Pachuca de donde me resignaba a no salir jamás.

Esa noche llegué sin esperar nada. No traía dinero para cerveza, pero quería distraerme aunque fuese viendo la televisión del bar. Siempre ponían un programa horrible de Fox Sports que nadie veía jamás, pero eso era algo mejor que estar en mi cuarto sucio, solo, y sin televisión (sigo sin tener una tv).


En el bar solamente había una mesa con godinez, del lado del escenario había unas 10 personas que no conocía y que nunca volví a ver. Ahí también estaba Bautista Santos, Esteffy Areas, Marcelo Ezquiaga y otros músicos y managers que no recuerdo ni cómo se llaman y que tuve el gusto de conocer esa misma noche después de robarme una cerveza del refrigerador.

Todos tocaron a su manera y su estilo, pero fue justamente Andy quien cerró el show. Recuerdo estar sentado en la barra cuando de pronto, con su maleta-tambor y una guitarra subió al escenario y empezó a irradiar esa energía e irreverencia que lo caracteriza.

La mesa de los godinez estaban de castrosos tratando de callar a Mountains, cuando de pronto éste, a medio “Dr. Psiquiatra”, tomó el micrófono y se subió a la mesa de los godinez. Empezó a caminar entre las botellas y un godín dijo “¡Ayy, es un gay!” y Andy le respondió “Sí, y es pegajoso” mientras seguía caminando y cantando sobre la mesa vestido con mallón y blusa femenina.


Algo explotó en mi cabeza esa noche. Nos citamos en su departamento un 29 de octubre del 2018. Llegamos a las 2 pm, después de perdernos por las calles de la ciudad como los buenos provincianos que somos.


“¿A dónde van?” preguntó el policía de la entrada del edificio, “Con Andrés” respondí, “¡Ah! ¿Con ese que toca la guitarra y hace ruido?”, “¡Ese mero!”.


(Inicia grabación):

…Sí me hiciste pensar con tu pregunta. Fíjate que no me había preguntado eso de qué haría si me ofreciera una disquera grabar un disco en este preciso momento. O sea, sí es algo que me gustaría porque eso implica mejores toquines, mayor exposición de mis canciones, implica contribuir y ocupar un espacio social en donde podría generar comunidad y hablar de las cosas que pasan en el país y exponerlas en mis canciones. Y pues, ¡Verga! ¡Es un chingo de responsabilidad! Siento que estoy construyéndome en mi mente para poder responder esa pregunta y realizar un proyecto así… porque las otras opciones me duelen…


¿Cuáles son tus otras opciones? Volverme de culto. Por ejemplo está la banda Rupestre que se vuelve de culto.


¿Es en donde estaba Rodrigo González?

Sí. Ahora está Roberto González, que es un gran compositor. El costo del mantenerte en el Underground… no sé, es muy alto, es contradecir incluso a tus grandes gurús. Es como quedarse en huelga toda tu vida.


¿Con qué ambiciona Andy Mountains?

Ambiciono con crear algo estético que esté bien armado, que sea congruente y que sirva de algo público. Tener una banda, ir a festivales en México y otros países. Tener un sonido interesante.



¿Qué sigue?

Quiero hacer un disco pop que va a ir después de La Maletamorfosis. Quiero que sea un disco que suene bien, que sea muy abierto (yo creo que por eso estuve estudiando a las chicas pop de los 80’s y 90’s), junto con un performance super loco (que fue lo que tú viste en Pachuca). Quiero un disco con una banda, en donde pueda administrar todo. Que seamos una especie de Bruce Springsteen and The E Street Band.

Van a tocar en el Festival de las Juventudes. Sí, este miércoles 7 de noviembre vamos a tocar en el Festival de las Juventudes, en el escenario Glorieta de Insurgentes. La idea es me gustaría moverme con mi banda a diferentes lados… y a ver qué pasa, también porque tener muchas expectativas duele y más cuando éstas no se cumplen. A mí me gustaría que la realidad que me sorprendiera, porque la vida está loca y dura bien poquito tiempo.

Antier se murió Ernesto García, que era baterista de Natalia Lafourcade, y mezcló unas rolas de Andy [Mountains], ganó un Grammy. Era un vato bien abierto, y siempre muy amable con todos; si no lo conocías hasta podías decir que era bien mamón, pero no era realmente así. No es que fuésemos grandes compas, y probablemente ni siquiera nos caíamos bien, pero él siempre fue muy profesional y nunca tuvimos un problema de nada… y sabes, ese tipo de cosas duelen un chingo. Así de la nada se nos fue.


¿Estás dispuesto a cambiar tu imagen, como por ejemplo convertirte en una especie de Ziggy Stardurst de Bowie, con tal de llegar a más gente?

Sí estoy dispuesto a cambiar mi cuerpo para llegar a más gente, pero tiene que ser congruente, que no sea algo sintético y sin sentido.

Por ejemplo hoy que vinieron a hacer la entrevista, me dije “¿y cómo me visto para las fotos?” Lo pensé, porque soy una imagen, pero sigo siendo yo. Pienso todos los días cómo me voy a vender al mundo, pero sigue siendo un reflejo de lo que soy. Por ejemplo este suéter. Así como puedo ponerme una falda o unos leggins, ¿por qué? Porque así me quiero ver hoy mismo. Un tipo con un suéter de navidad en pleno octubre, y un perro orinando un muñeco de nieve.


¿Qué es Alarma Sísmica?

Ese soy yo. Me hace muy feliz esa rola. Siento que si muero mañana, esa sería una canción con la sería recordado. Ahí está el Pop y Folk que me gusta, que sí, muy cursi, que todas las morras de 17 años se la pueden dedicar a su vato, o viceversa, pero tiene un giro… como un “mineral” que yo descubrí en esta canción que descubrí en esta canción, que es en sí un detalle chiquitito que resuena en una geografía, espacio y tiempo: Ciudad de México. Eso me hace muy feliz, y me gustaría que más gente sintiera lo mismo que yo al escucharla. Además de que es un buen momento. Es una rola sensible, que la canta un vato sensible.


¿Hace falta un himno para esta generación?

Ahí está “Alarma Sísmica” esa la pueden hacer himno.


¡Oh, sí! Es una canción que marca a esta generación por el mismo temblor. Y que también es una canción camaleónica que puede aplicarse a cualquier cosa, y, bueno, la misma alarma sísmica de la CDMX es algo que nos une aunque no nos guste, la canción en lugar de espantarnos: logra unirnos. ¡Exacto! ¡Y eso es lo que yo quiero! Quiero que una a las personas, que las haga feliz y las saque de ese miedo. Y yo creo que sí hay himnos: ahí está “Perro Viejo” de Axel Catalán, “Hasta la Raíz” de Natalia Lafourcade, y hay más.



Vamos a regresar un poco a tu pasado y persona: ¿En primera: cuál es tu nombre real?

Andrés Acosta Montes.


¿Cuántos años tienes?

31 años


¿Qué eres, de dónde vienes, y hacia dónde vas? … Soy músico, vendo de Santa María la Ribera [CDMX], y voy hacia la Santa María la Rivera. Me gustaría irme a vivir ahí, construir una casa, grabar ahí. Pero ahorita voy al Festival de las Juventudes. De hecho ya estaba acostumbrado a tocar con Andy Mountains en lugares un poco más chicos.


¿Cuál ha sido tu toquín más raro?

En Chiapas, en un pueblito en la mera sierra; llegamos todos casi casi como si fuéramos circo al centro y ahí empecé a tocar, de pronto llegó un borrachín y se robó mi dinero, entonces empecé a tocar y el viejito se puso super violento.


Necesito que me expliques algo que parece muy obvio, pero que no acaba de quedarme claro: ¿Cuál es la diferencia entre Andrés Acosta, Andy Mountains, y A. Mountains?

A. Mountains era una banda, Andy Mountains es mi personaje escénico que también puedo ser ahorita mismo, se puede confundir con Andrés, y no hay pedo.


¿Es un álter ego?

Sí, pero también soy yo. O sea, mucha gente te dice “Andy”, “Sr. Mountains”, “Mountains”, porque es un nombre que me puse a mí mismo y lo escogí yo, no el que me entregaron mis padres. Es parte del artista y personaje que se ha formado durante todos estos años. El que yo me construí. Y le caben un chingo de cosas, todavía puedo componer muchas cosas más, aprender más cosas. Andrés Acosta es el nombre que me pusieron mis papás, es mi nombre legal-político.


¿Andrés es tu lado más humano?

Claro. Porque también soy hermano, amigo, soy maestro. Andy es el musical que ocupa casi toda mi vida.


Con A. Mountains sacaron un álbum “Mi Oficio es Arder”, ¿por qué decidiste terminar con esta banda? ¿Qué les faltó?

Madurez. Faltó autoridad. Tomar la autoridad. Era de decir “esto va así” y defender tu proyecto; también el aceptar tus errores y aceptar que la estás cagando. Pasar de la inmadurez a la madurez es un golpe muy violento, porque entiende que nadie te va a sacar de tus pendejadas más que tú mismo.


Cambiando un poco el tema: Me llamó mucho la atención de tu tributo a Rodrigo González. Hiciste un video tocando “La Máquina del Tiempo”, ¿por qué lo hiciste?

A mí me gustan los discos de la gente que conozco. Me gustan rolas que me hacen sentir como si estuviera en una película bien vergas. Yo crecí en escuelas privadas, clase media alta, escuchando música americana con la que de alguna forma me identificaba pero que no conocía, por ejemplo los White Stripes, o los Strokers. También estudié música europea suiza o francesa, ese fue mi trabajo de investigación. De pronto topé a Rodrigo, y sentí que era mi historia, que este guey pasó antes de mí y recorrió la misma historia que yo. Esta rola yo no la encotré, ella me encontró a mí. Y me da mucha risa, también tiene muchos referentes culturales. El poder de su poesía era darle un sentido cósmico. Que cuando simbólico como Día de Muertos. Mis referentes son más anglosajonas, y llegó un momento en el que me tuve que alejar, incluso pelear un poco con eso, para voltear hacia la escena chilanga.



¿Qué hay aquí?

Hay un chingo de cosas, muchas muy contradictorias. Tenemos grandes escritores, grandes poetas. Y poetas inspiran a los compositores. Hay un chingo de compositores que vinieron de diferentes estados a vivir aquí, como Rodrigo [González], Jaime López, Roberto González: todos ellos son de diferentes lugares, pero se vienen también aquí porque en esta ciudad concentramos el poder político y económico. Y hay un chingo de cosas que empecé a descubrir que despertaban esta potencia poética que había en mí, mucho más que los Strokes, por ejemplo.


Y que al final The Strokes hablaban de cosas de su gente para su propia gente.

Eso y que también eran hijos de los más ricos de Nueva York. Ellos lograron juntar su capacidad económica con tu talento, y armaron cosas muy chingonas.


¿Qué es la Maletamorfósis?

Fue una manda. Nunca he ido al Chalma. Después de A. Mountains, y después de chingo de proyectos: descubrí que necesitaba ejercitarme, y conocer mis propios límites antes de trabajar con nuevas personas, y también a aprender a cantar yo solo frente al público, y se lo recomiendo a cualquier artista: ir a donde te da más miedo. Te aterra… que todavía me da miedo, pero ya tengo más recursos, más experiencia.



La Maletamorfosis fue la idea de tener que armar mi propia orquesta para luego tener una orquesta. Tus límites son tu virtud. Una limitación mía puede ser mi voz, pero eso me hace tener que ser más preciso con mis emociones, tengo que tener más control sobre mi forma de cantar, y eso crea también un estilo propio. Entonces la Maleta saca eso de mí. De hecho voy a sacar una monografía como las de las papelerías en donde puedan descargar las demás canciones que faltan.

También fue una forma de conectar mis emociones, y entender (porque fueron puras canciones de mujeres y con onda “vaselina”). Es también decir: sí, soy heterosexual, pero también tomo de la mano mi feminidad. Tomo la idea de que la masculinidad tiene que existir con un equilibrio porque ya cambió el pedo social, y tiene que mutar a algo nuevo y acorde a los nuevos tiempos. Un ejemplo puede ser cómo van a ser los nuevos rituales de apareamiento en tiempos del #MeToo, de los feminicidios, del feminismo, del patriarcado, etc.

Todo tiene que cambiar. Todo muta.

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